Canción para la obra de danza teatro “Semilla del aire” 
Por Nadia Grisetti.

El cuerpo reza
la intemperie de un crepúsculo
Su mano detalla el minúsculo
espectro
que multiplica
el perfecto instante que se muda
en arbol de roca y nieve
un manantial sagrado en tierra
mora.
Respiración de ceniza, su pelo
el mundo se abre en la distancia de sus manos
ella es fiel al rito
callado nace
el arma, el trébol
el tifon, el aullido.
Ella no deberia ser una mujer
ella no deberia ser
persona
¡Píntadle una máscara deshumanizadora!
Y si la Judith de Barba supiera
que el abanico suyo
hoy es cascada santiagueña
se volvería sombra para bailar al retorno de su antigua danza.
El desmayo es inminente
ya lo probó el Dante
En la profundidad las caídas son en cada pliegue
y los sacudones
hacen recobrar la lengua muerta.
Me gustaría sugerir
algunas preguntas a la dirección
que no habría que confundir
a mi entender
hacer con resolver
El animarse a la voz en danza
bien podría pensarse sin la intención por el desplazamiento.
Si se detiene, gana
al final de todo
siempre se anhelará el silencio.
El pozo
cuenta un único sentido
mejor cabría señalar la sugerencia
y abandonar
el ir y venir previsible
quizás si tan fácil y directo no fuera el juego
el ritmo se hiciera más espeso
y se le quitará su promesa de
ser el todo en el que la obra se aclama.
La pregunta se impone al barro
¿Y si teatralmente fuera real
y si midiera seis metros
o fuera un agujero abismal?
Entonces vi sus ojos
y pude sonreír.
Llega el final
para la popular
en vano se espera el guiño
la zamba abraza
y en vano se anhela la cómplice reverencia
Pero cuando ella es negra
y sus ojos bullen en la penumbra
todos somos el miedo.